Congelar óvulos para comprar tiempo: “Hay que plantearse qué coste tiene el retraso reproductivo y por qué ocurre”

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Congelar óvulos, una práctica en aumento

En solo una década, congelar óvulos por causas no médicas ha aumentado algo más de un 500%. Es decir, el número de mujeres que deciden preservar su material genético sin tener ninguna patología, sino por motivos socioeconómicos, se ha incrementado año tras año desde 2013.

Como explica a Newtral.es la socióloga Sara Lafuente, investigadora en la Goethe University Frankfurt (Alemania) especializada en derechos y mercados reproductivos, el punto de inflexión se produce hace diez años “cuando la técnica de congelación rápida deja de considerarse experimental”. “Los resultados, hasta entonces, eran peores. Pero a partir de ese momento, empieza a funcionar mucho mejor y se empieza a ofertar por motivos sociales, no solo médicos”, añade.

Según los informes anuales de criopreservación de la fertilidad de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), antes de 2013, el número de mujeres que congelaban sus óvulos no superaba el medio millar. A partir de ese año, la cifra se triplica y, desde entonces, la tendencia ha sido al alza. En el último año con datos disponibles, 2020, 5.480 mujeres congelaron sus óvulos. Casi el 70% de ellas, por causas sociales, no por motivos médicos.

Algunos hombres también preservan su fertilidad, pero en menor medida. Si bien hasta 2013, había más hombres que congelaban su esperma que mujeres sus óvulos, esta tendencia ya se ha revertido por completo. Y, atendiendo a los datos de la SEF, esta opción también ha aumentado en el caso de ellos, pero no de manera tan notable como en el caso de las mujeres.

Si atendemos solo a la preservación de material genético por causas sociales —congelar óvulos y esperma no por la existencia de una patología, sino para retrasar el momento de tener hijos por los condicionantes socioeconómicos—, se observa que los hombres no recurren tanto a esta opción como las mujeres. Ellas pasaron el millar en 2014, mientras que ellos apenas han sobrepasado el medio millar en 2016 y 2017. Desde entonces, congelar esperma por causas no médicas ha descendido. 

Como apunta esta publicación científica (International Journal of Environmental Research and Public Health, 2021), “la congelación de esperma se recomienda, principalmente y con mayor frecuencia, para pacientes masculinos con cáncer”. Como muestran los datos de la SEF, la congelación de esperma por causas médicas se sitúa siempre entre el 60 y el 80%, mientras que ese porcentaje, en las mujeres, es el que corresponde a la congelación de óvulos por causas sociales (no médicas).

Congelar óvulos: ¿por qué se recurre a esta opción?

La ginecóloga Beatriz Julià, de la unidad de reproducción asistida del Hospital Severo Ochoa (Madrid) explica a Newtral.es que “cada vez las mujeres son madres más tarde”. “Hay evidencia de que el esperma también pierde calidad, pero el caso de las mujeres es diferente, ya que nacemos con un capital de óvulos determinado que se va perdiendo poco a poco”, añade.

Del mismo modo, Agustín García, andrólogo en el Centro de Infertilidad Masculina y Análisis de Barcelona (CIMAB), señala que, hasta hace no mucho, “lo habitual era preservar material genético por motivos médicos, es decir, porque te ibas a someter a algún tratamiento que afectaba a tu fertilidad, como la quimioterapia”. Esto no solo se sigue ofreciendo desde la Seguridad Social, sino que la práctica ha aumentado tanto para hombres como para mujeres.

Sin embargo, congelar esperma por los condicionantes socioeconómicos es menos común que congelar óvulos por este motivo. Tampoco ha experimentado el mismo crecimiento. Como explica García en conversación con Newtral.es: “La genética del óvulo se va perdiendo con la edad. En cambio, en el hombre no tanto, a pesar de que cada vez hay más evidencia de que con la edad el esperma también es de peor calidad”. 

La socióloga Sara Lafuente investiga precisamente sobre la congelación de óvulos y cómo esta práctica está inmersa en unas lógicas concretas de planificación y anticipación. En este sentido, la investigadora, que ha publicado el ensayo Mercados reproductivos, señala que “hay que plantearse qué coste tiene el retraso reproductivo y por qué ocurre”. “Lo que estamos viendo al analizar el contexto es que hay una sensación de angustia vital en un contexto de incertidumbre y precariedad generalizadas que hace que queramos disponer de algo más de tiempo para colocar ciertas cosas que no se han podido colocar (trabajo, vivienda, pareja…). La cuestión es que incluso aunque con 38 puedas disponer de tus óvulos de cuando tenías 28, la conversación también debería girar en torno a qué efectos tiene eso”, añade. 

Ventajas y desventajas

Beatriz Julià defiende que congelar óvulos “sí es una buena opción”, siempre y cuando “no se venda como solución estrella, especialmente para mujeres mayores de 38 años”. “La mejor edad para congelar es hasta los 35 años, pero pasada esa edad puede tener sentido si la mujer, por ejemplo, tiene muy claro que quiere ser madre y, digamos, quiere tener esa posibilidad. No esa garantía, sino esa posibilidad. Pero pasados los 38, yo no lo recomendaría porque las expectativas luego no se ajustarán a la realidad. Es difícil que con esos óvulos vayas a tener buenos resultados”, añade la ginecóloga del Hospital Severo Ochoa.

La embrióloga Muriel Cuadros, especializada en infertilidad, explica a Newtral.es que congelar óvulos debe entenderse “como una oportunidad en el futuro, no como una certeza, ni una garantía absoluta”. “Cuando recurres a esta opción, estás comprando la posibilidad de hacerte un ciclo de reproducción asistida, en el futuro, con tus propios óvulos. Pero nunca va a ser una garantía de poder pararlo todo”, añade.

En ese sentido, Cuadros considera que la información que ofrecen las clínicas —la Seguridad Social solo financia la congelación de óvulos por causas médicas— debería ser más clara: “Para empezar, para conseguir un número decente de óvulos, quizá tengas que hacer varios intentos. Eso encarece el precio aún más, que ya está entre los 3.000 y los 6.000 euros. Y es que para aumentar la tasa de éxito, habría que congelar entre 20 y 25 ovocitos”. 

La socióloga e investigadora Sara Lafuente también reclama más transparencia en las estadísticas relacionadas con la congelación de óvulos: “No tenemos muy claro cuántas mujeres de las que congelan sus óvulos acaban recurriendo a esos óvulos, cuántas logran un embarazo que llega a término… Serían datos relevantes que habría que dar cuando oferta la técnica”.

El estudio anteriormente citado, una revisión sistemática de la literatura científica sobre congelación de óvulos publicada en la última década, sí expone algunos datos. Por ejemplo, que con diez óvulos congelados, la probabilidad de tener un bebé sano es del 29,7% en mujeres mayores de 35 años. Y en cuanto a la tasa de uso, es decir, el porcentaje de mujeres que usan sus óvulos congelados, es del 50,8%. Es decir, la mitad de las mujeres que congelan sus óvulos recurren a ellos en algún momento. El 29,2% los usa en los tres años siguientes tras la congelación.

Por ello, las autoras del paper señalan que “los profesionales especialistas en preservación de la fertilidad deben informar adecuadamente a las mujeres sobre la seguridad, la eficacia, los beneficios, la tasa de uso, los riesgos y el coste del procedimiento” para “ofrecerles expectativas reales”.

Como recuerda la embrióloga Muriel Cuadros, “no se paga solo por la técnica de congelación en sí, por el proceso, sino que después hay que pagar por el mantenimiento de esos óvulos”. “Además, a nivel legal, los ovocitos tienen la misma consideración que los embriones, es decir, no te puedes deshacer de ellos. Si llega un momento en que no quieres seguir pagando el mantenimiento porque has tenido hijos sin recurrir a ninguna técnica, no puedes deshacerte de ellos. En muchas clínicas te dicen que si no quieres seguir pagando, los puedes donar. Así que es muy importante leer bien lo que se firma”, añade.

Fuentes

Informes anuales de criopreservación de la fertilidad de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF)

Social Freezing: Pressing Pause on Fertility (International Journal of Environmental Research and Public Health, 2021)

Beatriz Julià, ginecóloga de la unidad de reproducción asistida del Hospital Severo Ochoa (Madrid)

Sara Lafuente, investigadora en la Goethe University Frankfurt (Alemania) especializada en derechos y mercados reproductivos

Muriel Cuadros, embrióloga especializada en infertilidad

Agustín García, andrólogo en el Centro de Infertilidad Masculina y Análisis de Barcelona (CIMAB)

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