
El pasado 24 de junio, en los días previos a la Eurocopa femenina que se disputó en Inglaterra, varias selecciones anunciaron campañas de activismo de futbolistas para visibilizar al colectivo LGTBI con motivo del Día Internacional del Orgullo. Entre ellas se encontraba España, que presumía de «visibilizar el respeto por la diversidad sexual» con las capitanas y el seleccionador Jorge Vilda. Cinco meses después, ante el amago de un grupo de selecciones de hacer activismo en el Mundial de Catar, la Federación se ponía de lado.
“¿Cuántas tarjetas amarillas se habrían producido en la Eurocopa femenina 2022?”, se preguntaba la periodista sueca Mia Eriksson, especialista en fútbol femenino. El cuestionamiento se basa en las diferencias entre lo sucedido en el Mundial masculino de Catar, donde los brazaletes con los colores arcoíris han despertado un debate internacional y una prohibición de la FIFA, y los dos últimos eventos femeninos en los que el activismo de la comunidad LGTBI se ha desarrollado con total naturalidad.
En Catar 2022, algunos activistas han protagonizado momentos colectivos de reivindicación, o han anunciado medidas a tomar contra la FIFA, pero sobre el terreno de juego todos los futbolistas han renunciado a portar el brazalete de la campaña de activismo LGTBI ‘One Love’, tal y como les impuso el máximo organismo. Esta actitud contrasta con las históricas reivindicaciones en las que los deportistas pudieron pagar un alto precio, como en los movimientos contra el racismo de los Juegos Olímpicos de 1968 o de Colin Kaepernick en el fútbol americano, entre otros.
Precisamente, a este último le siguió Megan Rapinoe. La futbolista estadounidense acogió la causa de su compañero para reivindicar los derechos de los afroamericanos en Estados Unidos, hincando la rodilla cada vez que el himno estadounidense sonaba sobre el terreno de juego. La jugadora más destacada del Mundial 2019 hizo suyas diferentes causas que le erigieron como una persona influyente en la sociedad, especialmente con su enfrentamiento público con el entonces presidente Donald Trump.
A través del fútbol y de su victoria en el Mundial 2019, Rapinoe logró, junto a sus compañeras, el reconocimiento de la igualdad salarial de hombres y mujeres dentro de la Federación estadounidense y alzó la voz también a favor de quienes estaban siendo vilipendiados por la presidencia de Trump, especialmente los marginados en Estados Unidos por su color de piel o su orientación sexual.
Tras marcar un doblete a Francia para superar los cuartos de final del Mundial 2019, Rapinoe explotó: «No puedes ganar un campeonato sin homosexuales en tu equipo. Nunca ha pasado. ¡Es ciencia!». Una idea que es la esencia de los numerosos artículos que ha escrito para expresar su causa. «Siento que es mi responsabilidad».

Activismo LGTBI: Inglaterra, futbolistas campeonas de Europa con el brazalete arcoíris
Aquí radica la principal diferencia respecto a los eventos femeninos, en los que además de no haber una prohibición expresa, se realizaron campañas en favor de los derechos LGTBI sin un debate sobre estos gestos. En la final de la Eurocopa 2022, la capitana inglesa Leah Williamson portaba el brazalete arcoíris mientras levantaba el trofeo de campeonas.
Este brazalete se ha instaurado en el fútbol femenino, siendo ya parte de algunas de las selecciones protagonistas. Tres años antes, en el Mundial 2019 de Francia, la sueca Magdalena Eriksson y la danesa Pernille Harder, pareja que a través de su compromiso con Common Goal y acciones como Play Pride ha manifestado su intención de visibilizar al colectivo, daban normalidad a su relación.
La propia página web de la FIFA presumía del “orgullo y poder” de esta pareja. «Con las reacciones a la foto nos dimos cuenta de que éramos referentes no solo en el fútbol, sino en la sociedad. Podemos ayudar a otras personas a sentirse ellas mismas», explica Harder en una conversación con Common Goal.
En la zona mixta de un partido con Países Bajos, la delantera Vivianne Miedema era cuestionada sobre su pareja. «¿Es un chico malo o el yerno ideal?», le preguntaba un periodista. «Es más bien una nuera ideal», respondía ella. En un artículo reciente al hilo del intento de campaña ‘One Love’, la jugadora del Arsenal insistía en esta diferenciación: “Hay mucha mente abierta en el fútbol femenino, como nos gustaría que fuera en el mundo”.
Magdalena Eriksson, una de las futbolistas con más peso en el combinado sueco, escribía recientemente sobre sus sensaciones al ver que los futbolistas claudicaban ante las amenazas de sanción. «Es difícil ponerse en su situación, pero quiero pensar que habría presionado más a la FIFA», dice en un artículo. «Habría sido inspirador que hubieran seguido adelante. Me decepcionó no ver a los capitanes con el brazalete».
Fuentes
FIFA
Common Goal
Federación española de fútbol
Inews