La pandemia se ha comido el equivalente a un tercio del aprendizaje de un curso escolar

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El retraso en el aprendizaje en pandemia fue menor en familias con recursos | GPointStudio, Shutterstock

Más de 1.600 millones de estudiantes permanecieron confinados sin poder acudir a la escuela entre 2020 y 2021. Esto ocurrió en 190 países, según la ONU, pero no en todos las regiones y hogares fue igual. El impacto en los pobres fue, en general, mucho mayor. Pero, en promedio, un metaanálisis de varios estudios acaba de concluir que los escolares (se) han perdido en la pandemia un 35% del aprendizaje y el rendimiento previsto en primaria y secundaria.

En los últimos dos años y medio, se han presentado datos que han sugerido que el nivel del aprendizaje puede haberse visto comprometido por la enseñanza híbrida y por la falta de clases para estudiantes. Desde luego, este efecto podría haberse visto agravado por el contexto extraescolar: ansiedad, falta de actividad física, penuria económica, etc. Y, también, por el efecto de las bajas de profesorado y alumnado por ser contacto estrecho o tener covid.

Pero el estudio, publicado este jueves en Nature Human Behaviour, destaca un retraso en el aprendizaje en pandemia muy particular en matemáticas y algo menos lectura, en países de renta media y alta.

Explica Bastian Betthäuser (Instituto de Estudios Políticos de París Sciences Po), en un encuentro con periodistas, que los déficits en el aprendizaje persistieron al menos hasta mediados de 2022. Pero fueron claves las desigualdades preexistentes. Las familias desfavorecidas se llevaron la peor parte, destacan los autores. Del mismo modo que critican que no se interviniera antes.

“Cabe esperar que se forme una generación covid, que ha sufrido especialmente las consecuencias de la pandemia”

Klaus Zierer, Catedrático de Educación de la Universidad de Augsburgo

Escolares que no tenían ordenador en casa o que compartían un solo ordenador para todos los hermanos, quienes no disponían de internet en casa… Recuerda Cynthia Martínez Garrido, profesora de Métodos de Investigación en Educación de la UAM, en el SMC de España que “las mesas de las cocinas y salones se convirtieron en bibliotecas improvisadas, pero sin el silencio y el clima de trabajo tan necesario para aprender”. Esto ocurrió incluso en países ricos. 

En la misma línea se expresa otro experto, Klaus Zierer, Catedrático de Educación de la Universidad de Augsburgo, autor del libro ‘Un año para olvidar‘ (editado en Alemania), que directamente dice que “cabe esperar que se forme una generación covid, que ha sufrido especialmente las consecuencias de la pandemia”. Zierer hace hincapié en el lastre que supondrá para los más pequeños de países pobres.

“No tenemos todos los datos de países de renta baja, donde es muy posible que la pérdida sea aún mayor”, afirma Betthäuser. “Es alarmante porque esos países ya se tenían a una crisis de educación antes de la pandemia. La covid la reforzará y lastrará aún más el progreso de esas naciones”.

En España, la mayoría de escolares no pudo acudir al centro durante un trimestre; en países como Chile o México, han estado alrededor de dos años sin enseñanza 100% presencial.

¿Cómo compensar el déficit de aprendizaje en pandemia?

A punto de cumplirse tres años del inicio de la pandemia, tras el primer confinamiento en Wuhán, se podría esperar el aprendizaje que han perdido al principio de la crisis sanitaria ya se habrá recuperado. Pero esto no es así. La profesora Martínez Garrido que “la literatura previa sugiere que los déficits de aprendizaje son difíciles de compensar y tienden a persistir a largo plazo”.

En este sentido, “urge que escuelas y decisores enfoquen sus esfuerzos en nuevos programas, innovaciones y refuerzos” que ayuden a nuestros estudiantes a superar los efectos perjudiciales que la pandemia en su aprendizaje y desarrollo. 

El retraso en el aprendizaje ha afectada a todos los niveles educativos, pero peor en los hogares de menos renta.

Por su parte, desde la Facultad de Educación de la UCM, la profesora María Fernández Mellizo-Soto, destaca la transversalidad del daño. “Al contrario de lo que se pensaba, los estudiantes de cualquier nivel educativo se han visto afectados”. Defensora de la educación presencial, destaca su valor para “compensar la desigualdad de origen de los estudiantes”, tanto en escuelas como universidades.

Uno de los principales estudios revisados y analizados se centra en el caso alemán. Allí, el gobierno federal ya desplegado amplios fondos para el llamado ‘programa de recuperación‘. Pero uno de los autores del estudio germano, Benjamin Fauth (IBBW), cree que “estas medidas por sí solas no serán suficientes al final. Sólo podremos reducir las desigualdades sociales si la gran heterogeneidad de los alumnos también se tiene más en cuenta en el aula normal”, explica en el SMC.

En el mismo foro, Zierer recuerda que no sólo ha habido un retraso en el aprendizaje en pandemia. “También tuvo un impacto negativo en el desarrollo psicosocial y la condición física”. A su modo de ver, ahora “el problema es sin duda la escasez (mundial) de profesores, falta sobre todo personal.

Progreso escolar y pobreza, antes de la pandemia

Para Fauth es importante ver que muchos de los problemas que ahora se están haciendo visibles en las escuelas “tendrían que abordarse incluso sin una pandemia. Es bueno que la conexión entre el origen social de los alumnos haya vuelto a estar presente como tema en el debate sobre política educativa”.

La buena noticia, para él, es que ya hay un gran acuerdo en que estos problemas deben abordarse por fin. También “es interesante ver que las escuelas han superado la pandemia con distintos grados de éxito. Por ejemplo, las clases en las que la relación entre los alumnos y sus profesores era positiva ya antes de la pandemia lo tuvieron mucho más fácil durante el cierre de las escuelas”.

Su colega Zierer es más crítico. “Todo el mundo mira hacia la digitalización, que, sin embargo, no ha demostrado ser un salvador de la pandemia, sino más bien un impulsor de las lagunas educativas (por un uso irreflexivo en el tiempo libre). La digitalización es un motor de injusticia educativa”.

Con todo, Fauth ve que durante la pandemia “se han producido enormes avances en muchas escuelas, no sólo en la digitalización –que valora más positivamente–, sino también en la forma de utilizar pedagógicamente las herramientas digitales para que sirvan de apoyo al aprendizaje. Espero que ahora estas cosas no vuelvan a desaparecer en armarios y cajones”, concluye.

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